
No voy a estar ahora aburriéndoles con quién fue Andrés Vázquez, puesto que creo que todos los sabemos, pero si me gustaría recalcar unas bellas, emotivas y ante todo VERDADERAS palabras del MAESTRO.
En el año 1971 quedó como máximo triunfador del ciclo isidril el matador tras obtener un gran éxito con los toros de Alonso Moreno y ese San Isidro fue el de la reafirmación.
A la temporada del 71 le siguieron diez más hasta que en 1982 decide colgar los trastos, una década en la que lo que cambió fue el toro. Recordaba el maestro que mientras Núñez, Contreras, Vega – Villar, Santa Coloma, Antonio Pérez, Atanasio... comenzaban a tener problemas en la movilidad y en la casta, la de Victorino era todo lo contrario.
Del toro de ayer al toro de hoy media un ancho camino, pues tal y como recuerda y repite el torero zamorano, la Fiesta en lo sustancial ha cambiado ostensiblemente:
Antes, la suerte de varas era todo un espectáculo: los toros iban al caballo más de dos y de tres veces y el picador hacía su labor muy bien; los toros se movían mucho más y debido a ello las faenas eran mucho más emocionantes, lo que hacía aumentar el riesgo de que se produjera un percance en cualquier momento. Hoy esto no ocurre, confesaba Andrés, hay toreros con mucha edad porque el toro es de comportamiento muy cómodo, mientras que las figuras ya no matan corridas duras en momentos especiales, como lo hacían antes. El ejemplo que nos ofrece Andrés Vázquez con sus recuerdos de los años 70, en los que la Fiesta, en muchas de las imágenes que recordamos a través de la filmoteca, era un espectáculo con un toro ligero de carnes y con casta; eran tiempos donde las figuras ejercían su papel de dictadores en la plaza para que el triunfo se produjera. Andrés Vázquez formó parte de una generación fabulosa, había toros y había toreros con ganas, dispuestos a dejarse matar en la plaza. La vida era para el torero una forja a sí mismo, cada tarde suponía escapar a las penurias que todavía había en algunas zonas. Comprender al toro era para ellos un diálogo muy especial en el que se sentían como el escultor lo hace ante el bronce. Andrés Vázquez fue uno de ellos.