Francisco Medida es un auténtico “mago” del mundo ganadero. Es capaz de lograr, desde la nada, que una ganadería con tan pocos años de vida, como es el caso de El Montecillo, se encuentre ahora a sólo unos meses de dar una corrida de toros en Las Ventas de Madrid y tener ofertas para acudir a la Maestranza de Sevilla y en las francesas de Nimes y Arlés.
En palabras del toledano, “no se trata de tener dinero y comprar una ganadería o jugar a ser ganadero. Para tener toros de calidad, como he tenido yo toda mi vida, realmente hay que saber qué es lo que se hace y, sobre todo, ir sin prisas al principio y, posteriormente, ir dando salida a los toros que puedas considerar que tienen calidad y echura para envestir y seguir ganando prestigio en las principales plazas de España”.
Para mucho, ser ganadero es jugar a ser “creador” y eso es precisamente lo que ha hecho en los últimos cuatro años Francisco -Paco- Medina con el Montecillo, quien se quedó con “varias vacas de mi anterior ganadería, la del Ventorrillo. Además, luego fui cogiendo varias eralas que tenía repartidas para ir formando la que tengo ahora”. Además, asegura que “me quedé con el semen de varios sementales de El Ventorrillo con las que estoy inseminando a las vacas que tengo ahora, 170 para ser exactos”.
Con el paso de estos cuatro años, Paco Medina empieza a “sacar toros que parece que pueden envestir. Es cierto que el mundo de los toros es como el de los melones, es decir, que hasta que no salen no se sabe como son, de todas formas, lo que está claro es que tiene toda la pinta de que van a dar buenos resultados, como ya ocurrió con la novillada que di en Borox, en el certamen de Puerta Grande, donde me indultaron un novillo al que este año voy a echar algunas vacas. Dicho de otra forma, creo que hemos hecho un buen trabajo, sin prisa alguna y ahora vamos a intentar acelerar para ver los resultados”.
Insiste Medina en que “tengo claro que la galería se hace con la selección. Esto ya lo hemos hecho y ahora espero que tengamos los mismos resultados que se tuvo con el Ventorrillo”, la cual “sinceramente, no sé como les irá en estos momentos, ya que los sementales que yo dejé ya tienen que estar bastante mayores”.
Esta ganadería sigue manteniendo intactos los valores del encaste de Juan Pedro Domecq, es decir, astados de muy buena presencia y con ese recorrido que tanto gusta tanto a los toreros como a los aficionados. Son entre elipométricos y eurométricos, más bien brevilíneos, con perfiles rectos o subconvexos.
Un encaste de calidad
Es el encaste mas fino de hechuras de los derivados de "Parladé". Bajos de agujas, finos de piel, y de proporciones armónicas. Bien encornados, con desarrollo medio y astifinos, pudiendo presentar encornaduras en gancho. El cuello es largo y descolgado, el morrillo bien desarrollado y la papada tiene un grado de desarrollo discreto.
La línea dorso-lumbar es recta o ligeramente ensillada. La grupa es, con frecuencia, angulosa y poco desarrollada y las extremidades cortas, sobre todo en las manos de radios óseos finos. Sus pintas son negras, coloradas, castañas, tostadas y, ocasionalmente, jaboneras y ensabanadas, estas últimas por influencia de la casta Vazqueña. Entre los accidentales destaca la presencia del listón, chorreado, jirón, salpicado, burraco, gargantillo, ojo de perdiz, bociblanco y albardado, entre otros. En la linea de Osborne son muy peculariares las pintas ensabanadas, con accidentales característicos como el mosqueado, botinero, bocinegro, etc.
Los ejemplares de la línea Marqués de Domecq se caracterizan por mayor desarrollo de defensas, mayor capacidad torácica, pezuñas bastas, mayor peso y alzada y menor finura de piel que el prototipo característico del encaste.
Recordar que Juan Pedro Domecq Nuñez de Villavicencio compró a principios de 1930 la ganadería de Veragua a D. Manuel Martín Alonso que previamente la había adquirido al Exmo. Sr. Duque de Veragua en 1928, aunque todavía no la había retirado de las fincas del Duque. El primer Juan Pedro Domecq realizó su debut como ganadero en una novillada en Cádiz el domingo 5 de abril (Pascua de Resurrección) de 1931, anunciándose por primera vez en Madrid en la corrida inaugural de la plaza de Toros de las Ventas el 17 de junio de 1931.
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