viernes, 20 de noviembre de 2009
En el recuerdo.Vicente José Vázquez.
Vicente José Vázquez.
Gregorio Vázquez formó su ganadería en Sevilla en el año 1755 con reproductores de procedencias variadas y confuso origen, aunque podrían derivar en su mayoría de las ganaderías creadas por los monjes andaluces, principalmente los cartujos y los dominicos.
No obtuvo éxitos de gran relevancia como ganadero, a diferencia de su hijo Vicente José, que heredó la vacada en 1778 y la seleccionó hasta convertirla en una de las más importantes de su tiempo, recibiendo la consideración de Casta Fundacional de la ganadería brava española.
Vicente José Vázquez estaba dotado de tanta intuición ganadera como de posibilidades económicas y desde el principio se trazó como meta conseguir la fama y el reconocimiento de los aficionados, a base de materializar el mejor toro posible para la lidia.
La teoría de Vicente José Vázquez consistía en cruzar ejemplares de las mejores ganaderías existentes por entonces para unificar en los toros de su hierro las cualidades de unos y otros.
Para lograrlo no reparó en utilizar los abundantes medios de todo tipo que tenía a su alcance, adquiriendo reproductores de los hierros más famosos de la época.
Empezó añadiendo a las reses de su padre ejemplares adquiridos a otros criadores que pudieran interesarle para mejorar el conjunto de su vacada, pero pronto se dio cuenta de que este camino era lento y permitía pocos avances, porque los propietarios de las mejores divisas no solían prestarse a vender sementales ni vacas a otros ganaderos, que en el futuro podían ser duros competidores.
Para sortear esta dificultar decidió arrendar a la Iglesia Católica el cobro de diezmos durante varios años. Vázquez adelantaba determinadas cantidades equivalentes al valor de las reses que el clero tenía derecho a percibir como impuesto de los ganaderos y luego se hacía cargo de los animales.
De esta forma adquirió un buen número de reproductores de las ganaderías del Marqués de Casa Ulloa, de Becquer, de Cabrera y hasta del ganadero más importante de entonces, el Conde de Vistahermosa.
Las reses de Ulloa, Cabrera y Becquer tenían un origen bastante similar, derivado de las ganaderías que poseían los frailes, aunque ya por entonces presentaban algunas diferencias apreciables en cuanto a sus características morfológicas y sus cualidades para la lidia.
Así, los tratadistas de la época afirman que los ejemplares procedentes del Marqués de Casa Ulloa eran predominantemente de pelajes negros y berrendos en negro, resultando fieros y pegajosos durante la lidia. Los derivados de Becquer eran predominantemente castaños y complicados de lidiar, mientras que los originarios de Cabrera presentaban una considerable variedad de pelajes y destacaban por su gran tamaño y por su fortaleza y capacidad para desarrollar sentido.
Vázquez integró todos los ejemplares de estos orígenes en su vacada y los homogeneizó con los que ya poseía con anterioridad, pero no debió quedar muy satisfecho con los resultados y por ello concentró sus esfuerzos para conseguir sementales y vacas del Conde de Vistahermosa, que destacaban de las restantes ganaderías por su bravura más homogénea, su mayor duración y capacidad de embestir durante la lidia, especialmente en el último tercio.
Cuando consiguió por fin materializar su intención y dispuso de un buen número de cabezas del hierro de Vistahermosa, fue seleccionandolos ejemplares con especial habilidad y consiguió en muy poco tiempo definir un prototipo especial de vacuno, muy al gusto de los aficionados y muy apto para la lidia en los finales del siglo XVIII, durante todo el siglo XIX y, ya más evolucionado, durante la buena parte del XX.
Gracias a la aportación de los reproductores de Vistahermosa, los toros vazqueños adquirieron rápidamente fama y fueron considerados como bravos, duros para la lidia, con poder y resistencia. Muy espectaculares en su pelea durante el tercio de varas, tenían tendencia a aplomarse en la fase final de la lidia como consecuencia del agotamiento acumulado.
No obstante, estaban considerados como ejemplares nobles y que no creaban excesivas dificultades a los diestros, resultando en general menos complicados que los de Cabrera, Jijón o Gallardo, por citar tres de los ejemplos más representativos de entonces.
Morfológicamente, los vacunos vazqueños eran de talla media, intermedios entre los de Cabrera y los derivados de Vistahermosa. Estaban bien armados, eran anchos y de buen trapío en general. Por encima de sus restantes características étnicas resultaban especialmente llamativos por la variedad de sus pelajes, jaboneros, cárdenos, colorados, castaños, berrendos, ensabanados, sardos, salineros, tostados y negros.
Vicente José Vázquez mantuvo la ganadería hasta su muerte, ocurrida en 1830, cuando ya llevaba en su poder cincuenta años. Durante este periodo se mantuvo siempre en primera línea y supo adaptarse a las circunstancias de cada momento.
Vázquez logró asimismo tener la ganadería más grande de toda la historia del vacuno bravo, que estuvo integrada en algunos momentos por trece mil cabezas, dos mil de las cuales eran toros de entre cinco y trece años, y otras ocho mil, vacas de vientre. A la muerte de Vázquez la vacada ya se había reducido considerablemente, a pesar de lo cual contaba en el inventario con cuatro mil setecientas noventa y dos reses.
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